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LETARGO


Sin darse cuenta que había iniciado una voraz batalla contra Morfeo, quien le acertaba estocadas mortales; Julio permanecía sentado allí. Resucitando una y otra vez, intentaba escuchar las voces del más allá que discernían respecto a dos historias: una tan coloquial como lo son las batallas que libran los hombres contra los Dioses y la otra tan fabulosa como lo es el despertar cada mañana.

-           “Pero que tercas son las piedras cuando se niegan a pronunciar palabra y que tonto el hombre cuando imagina que en el futuro, para transportarse los caballos habrán sido reemplazados por artilugios con “caballos de fuerza” …

I.                     
En la eternidad de algunos minutos, Julio por fin libró su batalla. Reconoció su victoria en el preciso momento que divisó los caballos en la avenida y escuchó hablar las piedras, como normalmente lo hacían.