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Él Arrastra la Miseria que Llevamos Dentro


Estimados compañeros, pido excusas por haber llegado tarde. 
Venía a tiempo pero escuché un lamento, más era un llanto, y aunque quise seguir mi camino, era tan conmovedor que... ese hálito de la compasión que habita en mí, me agarró por la espalda y tuve que regresarme a ver qué pasaba.

Me acerqué lentamente y él; reflejo de lo que muchos llevamos dentro; sin contemplar detenerse iba diciendo:

- Para qué llantas ¿Acaso creen que las necesito para correr?
para qué zapatos ¿Dónde ven mis pies?

este colchón, este mueble inservible…
Yo duermo mientras corro y si considero guardar algo, simplemente lo conduzco al fondo de mí mismo.

El ruido de una multitud de carros que pasaron, lo silenció casi un minuto; hasta que una luz roja, dio nueva luz verde a sus palabras.


-¡Trasgresores!

Pasan nauseabundos y si me miran es con tal desagrado, que pareciera ignoran ser los culpables, de que no quede ni un rescoldo de mi candor.
¡Yo me he podrido arrastrando su miseria! 

El llanto como la risa, también es contagioso, de eso me di cuenta esta mañana.

...mientras le seguía escuchando, sentí asomar unas cuantas de aquellas gotas saladas, la primera de las cuales descendió por mi mejilla; luego de un sutil serpenteo al recorrer la comisura del labio; se apuró a llegar al mentón y se lanzó sin más.

Yo, estiré la mano queriendo detenerla...

No lo logré.

Entonces di la vuelta para huir antes que el arroyo hinchara contra mí su reclamo, pero él; sin cesar su recorrido ni su lamento, me dijo:


-¡Gracias!

Es el único regalo que recibo
y ocurre una vez
cada eternidad.