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EL TELÉFONO


Reseña

Suele ocurrir que en el justo instante que estamos cerrando la puerta al salir de casa, timbra el teléfono; entonces entramos en un conflicto interno respecto a si deberíamos o no regresar a contestar. Éste suceso que bien podría inclurise en la Ley de Murphy, puede influenciar una decisión que cambie por completo nuestros planes, bien del dia o hasta del restro de nuestra vida.
Es precisamente esta situación, la que inspira uno de los cuentos incluidos en el libro Historias de la Cárcel de Bellavista, gracias al cual el escritor José Librado Porras Vallejo fuese galardonado con el premio nacional de literatura en la modalidad de cuento en 1996 y cuya primera edición viese la luz en 1997.  

El teléfono; como se titula este magnífico relato; es a la vez el eslabón que emplea el autor para llevar a término la historia de Jayson un joven de 27 años quien está condenado a 66 años de prisión y paga su condena en la celda No. 8 de uno de los pasillos del 3er piso en la cárcel de Bellavista. 

Jeyson ama profundamente a Cata, estudiante de secundaria quien le visita o le llama continuamente y se despide siempre con un “Jeyson mi amor te amo, manéjese bien mi amor”. Sin embargo perder a Cata puede ser una de las consecuencias de optar por ganarse los veinte millones de pesos que le ofrecen por matar a un reo del patio quinto.  

El dinero mejoraría su situación dentro del centro penitenciario, pero; si realiza “el trabajito” muy seguramente sería trasladado a otra cárcel, lo que significaría además de dejar de ver a su novia, perder cualquier esperanza de algún día, retornar a la libertad.
En el justo instante que Jayson se dispone a dar su respuesta de si acepta o no el encargo; es llamado a pasar al teléfono y esto cambia de manera radical su decisión. 

Esa llamada casual, puede no tener mayor importancia o puede involucrar un asunto de vida o muerte, puede determinar el asumir un estado de conformidad o albergar una esperanza y puede significar, acabar de hundirse o luchar por salir adelante.  

¿Estarías dispuesto a cambiar el amor y la esperanza por el dinero y la comodidad?, ¿Lo estará Jayson en la prisión?

En este cuento, narrado en tercera persona y con un lenguaje claro y decisivo según el contexto; el autor plantea el conflicto interno que nos causa estar frente a una decisión que pese a que puede facilitarnos la vida, implica un gran sacrificio, en este caso en particular el sacrificio de dejar un ser amado.

EL ARTE DE LA SUPERVIVENCIA


Salir a las calles de Bogotá sin insistir en mirar la paja en el ojo de alguien más, es permitirse contemplar una hermosa ciudad, no por sus calles; sí por su gente y claramente, es la oportunidad de ver personas que honestamente y pese a la pobreza que hace más difíciles de sus vidas, están dispuestas a rebuscarse el sustento en algunas vías.

En algún semáforo, disfrazado de saltimbanqui hay un hombre o mujer cuya compensación a su quehacer; eso que hace con chispa y tremenda gracia, la nada fácil tarea de la acrobacia; es juntar monedas para llevar alimento a casa, y entre unas y otras, pagar la escuela de sus hijos anhelando que puedan llegar a la universidad y así cuando las condiciones tiendan a mejorar, aporten algo a la sociedad, ayuden a quienes no tuvieron la misma oportunidad y ¿por qué no?, si acaso alguno les sale escritor, cuando exprese lo que siente con las letras, que sus escritos ayuden a construir, no a desatar más violencia.  

…En algún otro, armados con una rosa y a la espera de la luz roja, un hombre o mujer con su arte; eso que hace con dedicación y pasión, brinda homenaje al inigualable Marcel Marceau, y en tanto nos roba una que otra sonrisa, evoca esa frase maravillosa de aquel maestro de la pantomima, “para expresar amor no hace falta; decir palabra”; función finalizada, reúne monedas que le permitirán a ella o a él y muy seguramente a sus hijos también, dormir bajo techo esa noche y no sin antes cenar: aguapanela con pan, tinto con roscón o un cálao con aguasal.

En un bus, un poeta urbano envuelve la realidad en verso, y a la par que denuncia la inequidad en la que vivimos inmersos, hace un llamado a la consciencia e invita a reflexionar y a luchar para prosperar; surgir aun desde la miseria, trabajar con insistencia y todo esto a cambio; de tan solo unas cuantas monedas.

Hace unos días; un indigente, cuyo rostro intimidaba y eso a pesar de que andaba sonriente, lucía una medalla de oro; pues cuando Mariana ganó, él también se subió al podio, al igual que tu al igual que yo. Y te escandalizas… ¿Qué acaso solo “la gente bien” puede alegrarse por los triunfos de nuestros deportistas? y respecto a su rostro, ¿Qué cara esperas que tenga esa persona que lleva años aguantando hambre, expuesta a las inclemencias, soportando el rechazo y la indiferencia?

Irónico no es ver que un indigente luzca una medalla de oro, lo es el hecho de que exprese su orgullo nacional a pesar de todo, a pesar, que su país le vea como un estorbo y olvide de antemano, que bajo sus harapos y kilos de mugre hay un ser humano. Irónico es que al preguntarle si tiene algún sueño, responda que desearía tener dinero para brindar un techo, salud y alimento, a los que sin importar la razón, comparten su situación.

EL DÍA OCTAVO


Llegó por fin el 21 de Diciembre de 2012… Y fue el día octavo. Entonces... vio Dios que no era tan bueno, y decidió borrar con el codo lo que había hecho con la mano.

…¿Cuánto vale una naranja?



Sentí gran expectativa en el momento en que se nos pidió llevar a clase una fruta; supuse que el trabajo a realizar sería elaborar un escrito sobre lo que nos motivó a escoger esa y no otra. Entonces, comencé a maquinar cual era la fruta más apropiada, pensé en llevar una uva (una sola pues me pareció algo gracioso), después el banano fue la alternativa, ya que acostumbro a comer uno tras haber realizado ejercicio físico; dudé en si llevar o no una manzana que encontré en la cocina al llegar a casa, y al final; sin dar más vueltas al asunto me decidí por la naranja. Para los que se pregunten el porqué de esta decisión, daré tres sencillas respuestas:


Primero por ser dulce, segundo por su redondez, y aunque me salga del contexto seré sincero al decir, que la tercera y no menos importante razón fue; lo barata en el mercado. Esto último ligado a mí convicción de que todo aquello que no tiene precio o cuyo valor monetario es mínimo; posee un incalculable valor verdadero, y pese a lo incalculable, tan etéreo que se hace imperceptible. De manera que sí en vez de una fruta hubiesen pedido un objeto, quizás hubiera recogido una piedra en el camino, para llevarla a la clase.


Ahora bien, no entraré en detalles sobre los que es una naranja, pues todos la conocemos y sé que en algún momento hemos comido una, además; este no es un texto de carácter científico. Bastará con resaltar la imagen visual que se nos presenta cuando la escuchamos mencionar. En mi barrio, por ejemplo, cuando se menciona esta fruta evocamos los días de domingo; días en que una vecina coloca en la esquina de la calle que está frente a la casa de mi abuela, la típica mesa de madera a la cual ha adaptado un exprimidor manual y un parasol; sobre la mesa, vasos desechables, un platón con agua y junto a la misma, el bulto de naranja.


Ya en la práctica del ejercicio y despejadas mis dudas respecto al paraqué de la fruta; tomé delicadamente la naranja, la observé detenidamente y por su perfecta redondez (a la que ya me había referido antes), la asemejé a la más hermosa creación, (dejo a ustedes que concluyan a que, o mejor a quien me refiero), cerré los ojos, la pasé por mi rostro y sentí una caricia tan suave y fina como nunca antes había sentido, luego la acerque a mi nariz y…; pensé que no podría haber nada más delicioso que ese olor, mas después la lleve a mi boca y supe que estaba equivocado.


Para entonces ya terminaba esta experiencia, lejana de lo inmundo y de lo material, otro despertar, otra prueba de que se puede encontrar un instante de tranquilidad y felicidad, a partir de algo que normalmente se considera tan insignificante como para detenerse a buscarle un sentido distinto al que nos ha sido trasmitido y las más de las veces, impuesto.


De la naranja pude describir su forma, su color, su textura y aún su sabor, pero me fue imposible encontrar algo comparable a su olor; propio y puro, quizás, semejante para todas las de su especie, pero único en cada una.


En mi vida he comido, no pocas naranjas y he tenido, no muchos amores. Algunas dulces experiencias, otras amargas, pero ésta en particular, en la que exploré una naranja y la percibí como algo más que una fuente de alimento me condujo a pensar que, quizás nunca he reparado en buscar la verdadera esencia en una mujer, esencia que va más allá de la imagen bella, de ese ser dulce y delicado; motivo de lucha y razón para existir en el hombre.


Es extraño que un ejercicio tan simple y al alcance de cualquier persona, pueda despertar emociones, alegrías y hasta una sensación de alivio, de descanso, en fin, de relajación; y lo que lo hace extraño, es el hecho de que gastamos nuestras vidas en la búsqueda de bienes materiales, al punto de olvidar regalarnos de cuando en cuando la oportunidad de una nueva experiencia. En este caso, una maravillosa experiencia a partir de algo a simple vista insignificante, pero que cobra valor en la medida que nos conecta con nuestra parte más sensible.


No terminaré sin antes invitar al que ha tenido la oportunidad de leer este texto, a realizar también el ejercicio, a gastar unos minutos de su tiempo en vivir esta experiencia. Son quizás, diez pasos hasta la nevera, cien pasos con cien pesos hasta la tienda más cercana o tal vez una carrera después de asaltar el árbol de un vecino.


Una naranja, una uva, una sandía, tu fruta preferida o la que menos te gusta, en fin, ¡qué más da! Como alguna vez alguien dijo: “Si no lo intento pierdo, pero nada pierdo con intentarlo”.

Nada pierdes con intentarlo y no te imaginas cuanto puedes ganar con ello.


Solo me resta formular un par de preguntas cuyas respuestas, serán la conclusión final de este ejercicio:


¿Cuál es el precio que estás dispuesto a pagar, por hacer un alto en el camino para vivir libre y desmesuradamente unos instantes?


¿Qué te detiene?



…¿Cuánto vale una naranja?


TRAS LAS SOMBRAS DE VIDALES


Contextualización y propósito del texto

“Ya no me estorbaba la sombra del cuerpo,
 pero la sombra del alma se hizo tan grande como la noche”

¿Por qué las sombras adquieren aquí tal importancia, que son el centro y forman parte del nombre mismo del escrito? ¿Por qué las de Vidales? ¿Cuál Vidales?
Estos son precisamente los interrogantes que pretendo responder a lo largo y a lo ancho de las siguientes líneas. Los argumentos surgen tras la lectura de una obra literaria escrita como “un grito contra el estiramiento social y una honda protesta contra esa hipócrita gravedad que no entiende la jerarquía sino transferida al estatismo de origen divino”.
   ¡Hoy! - Padecemos del soporífero mar del olvido de lo nuestro, siendo así  que lo nuestro (lo malo y lo bueno) se marca tan palpablemente en nuestro pasado y nuestro presente… la deformación imperialista me quema; tenemos que analizar lo que somos y lo que nos han vuelto.
¡Lo que somos es lo que nos han vuelo!, intelectual y culturalmente hablándolo. Y es que desde la época escolar comprometen nuestra identidad, se nos enseña a considerar los colonizadores españoles como seres superiores que nos rescataron del la ignorancia y a sus actos como heroicos. Por ahí de paso, las primeras lecturas que nos son impuestas, pues cabe aclarar que no se nos fomenta el gusto por la lectura ¡se nos impone!, corresponden a los célebres y por supuesto grandes genios de la literatura universal: Cervantes, Calderón de la Barca, Kafka, Neruda, Borges (nombrando solamente los que el subconsciente trae a mi memoria), no obstante genios en los que no se reconoce abiertamente los nuestros: José Eustacio, Julio Flórez, Pombo, Jorge Isaac, Salom Becerra, Barba Jacob, Eduardo Carranza (reitero, nombrando solamente los que el subconsciente trae a mi memoria) y por supuesto Luis Vidales, de quien debo reconocer que yo mismo no había escuchado hasta poco antes de comenzar las indagaciones que me permitieron elaborar el presente texto.

Acerca de Vidales
Ahora bien, ¿Cuál Vidales?

SOY DE LA 18


Sinopsis

Localidad, sociedad, cultura y vecindad son parte inherente del presente escrito, por su parte; identidad, reconocimiento, amor y sentido de pertenencia son la esencia del mismo, cuya finalidad  más allá de describir un espacio territorialmente definido según parámetros de división geográfica y administrativa (como elemento fundamental de orden y planeación urbana), es  traer a la memoria sucesos que los jóvenes de hoy desconocen y que les serán enriquecedores en la medida que son ajenos a las concepciones materialistas y a la desinformación mediática, propias de éstos días; además de resaltar la riqueza sociocultural; los valores y virtudes de aquellos que han contribuido a la conformación, el desarrollo y crecimiento de ésta comunidad a la cual en el texto me refiero como la 18, y por supuesto ofrecerles un modesto pero vehemente homenaje.  


“Anoche estuve soñando…”

Las más de las veces cuando entablamos conversación con alguien que acabamos de conocer; entre otras, la pregunta infaltable es: ¿usted de donde es?  He aquí mi respuesta que va de lo general a lo particular; “orgulloso me siento de ser un buen colombiano”, nacido en Bogotá y criado en la 18.
Con el anhelo de que el lector halle aquí una base sobre la cual cimentar principios de identidad y construir un sentido de pertenecía para con la 18, y con la firme convicción de que así será, continúo con este escrito que…

“Si bien espero de corazón se contemple desde una visión holística, ajena a preconcepciones y prejuicios de carácter político, espero también se convierta en fundamento y horizonte en el camino que hoy señalo y que conduce hacia la propia identidad, reconocimiento, amor y sentido de pertenencia

La 18 es más que un espacio simbólicamente delimitado, mucho más que un número asignado,  es en realidad una historia forjada a partir de sueños, esperanzas y de  ganas; de esfuerzo, trabajo y de la lucha incansable de aquellos los vecinos que inicialmente poblaron este sector, de su descendencia y de en su momento, cientos de personas provenientes de otras tierras; en su gran mayoría Boyacenses de pura raza.  En fin,  personas que no fueron bienvenidas, sino más bien acogidas.

Todos los colombianos tienen derecho a vivienda digna, art. 51 Constitución Política de Colombia

Aquellos los acogidos; lucharon con alma vida y sombrero y no pusieron, sino más bien impusieron en practica su derecho a una vivienda (cabe mencionar que inicialmente varios de los barrios que hoy conforman la 18; se iniciaron a partir de la invasión (apropiación) de lotes por parte de familias desplazadas como consecuencia de la llamada guerra de los mil días),  “para muchos no muy digna que digamos”  pero vivienda en la medida que brindaba refugio y protección contra  las inclemencias climáticas.

Rafael Uribe Uribe en honor a quien se bautizo la 18, pronunció en su Oración por la Igualdad:
 se trata realmente de abrir la era de la paz voluntaria y de cerrar la del rencor, las animosidades y la discordia; se trata de que acaben los agravios y el odio y de que haya otra vez familia colombiana”

Tomando como fundamento y horizonte estas palabras de aquel prócer; “apóstol del pueblo y mártir de la democracia”, propongo firmemente no volver la espalda a la 18, retribuirle con apego, con cariño y sobretodo con trabajo su acogimiento.

Se trata pues de abrir las puertas del corazón a la bondad  y cerrarlas a la indiferencia, pensar en términos de comunidad. Se trata de dignificar la labor de cada uno de los vecinos y de enaltecer las virtudes de la 18.   

CARTA A MI VIEJO


Un día, de algún mes, durante el año 2007

Cuando te digo mi viejo, ten presente que pienso en sabiduría, experiencia y conocimiento; nunca en años. Pienso en la fuerza que se refleja en tu trabajo y pienso en tu esfuerzo; en tu obra y en este palacio en el que vivo; el mismo que con tus manos has construido.


… No es en canas ni en arrugas en lo que pienso.


Te diría que te amo y responderías que mis actos dicen lo contrario, mas me esforzaré por demostrarlo, y en un tiempo cercano, después de cada logro y de cada victoria, cuando un llanto sublime de felicidad dificulte, pero no te impida decir:
                                                                      ¡ese es mi hijo!... 

                                                                                                   Yo diré:                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        ¡fue gracias a mi viejo!

                                                                        Entonces, ya no hará falta decir que te amo… 

                                                                                                            lo demostraran mis hechos.

“LOS OTROS ANIMALES”


Perfectos en su naturaleza todos y cada uno de los animales convivían en la armonía que su instinto de supervivencia podía proporcionarles, esclavos únicamente de la vida y acérrimos amantes de todo aquello que les rodeaba, el cálido aire, el caluroso sol, la refrescante agua, su hábitat. Ese entorno maravilloso que les proporcionaba en absoluto todo lo que necesitaban, el abrigo, el alimento y la inmensidad de un mundo apto y hermoso, en el cual correr, saltar, jugar;… en el cual vivir con decoro y morir con satisfacción.

¡Pero vaya!, algo tenía que quebrantar la armonía.

Unos animales que se bajaron de los árboles y que quizás por estar en las alturas se creyeron superiores (en tanto sus cuerpos se erguían y les abandonaba ese hermoso pelaje dotado por la naturaleza para apaciguar el frío), comenzaron a mirar los otros con insignificancia, a ignorarlos según se adjudicaban mayor importancia; a no tenerlos en cuenta en sus disposiciones y olvidarlos en sus decisiones.

¡Optaron por la inconsciencia!

Aparentemente los únicos  racionales, pero sin duda los verdaderos salvajes; maquinaron formas y maneras de apropiárselo todo, se inventaron las armas para someter a los demás y sin cinco de juicio, cometieron fratricidio.  

Y llegó el tiempo en que los animales se vieron a sí mismos indefensos.

Salvo algunos rezagados (los cuales tuvieron que pagar con su pieles, su carne y ¡claro! su sangre), los demás fueron esclavizados; sometidos a trabajos forzosos, oficios varios, amaestrados y en el peor de los casos (como si no fuera bastante la humillación) a muchos los domesticaron.

¡Abatidos!, entre el tormento y el desconsuelo y ante la desolación de un mundo que alguna vez fue habitable y hermoso, los animales se limitaron a sobrevivir, algunos pensaron en el suicido, pero llegaron a la conclusión de que no eran tan irracionales… y callaron guardando la esperanza de que la naturaleza misma en su infinita sabiduría, cobrara por ellos venganza.

Y hasta hoy así continúan, rompiendo el silencio de cuando en cuando, con sus sollozos, sus aullidos, sus mugidos, maullidos, ladridos, zumbidos, trinos, bramidos, graznidos, etc….

Más, en su intelecto saben que los otros se acercan a un siniestro final tejido por ellos mismos. Contaminación, desperdicios, abuso de los recursos,… enfermedades elaboradas, armas, bombas nucleares,… guerra, odio, irracionalidad, estupidez,…

 ¡Pobres bestias!