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LA VIDA ES MUCHO I





Dijo alguna vez un moribundo:
- todavía me pregunto,
¿por qué tanta indiferencia hay en el mundo?
Y uno que vivía
y por haber dicho verdades en demasía,
lo silenciaron en una esquina,
decía: 
"El problema es que no tenemos una conciencia colectiva,
tenemos una posición cómoda e individual ante la vida"



Tenemos un pueblo con muchas historias y solamente una realidad, de la Guajira hasta el Amazonas, víctimas de injusticia e iniquidad, sea aquí o allá, azota la adversidad.


Cuesta pensar,
Cuan absurda es la realidad.


Aunque en nuestra tierra sobra el alimento, millares de hambre se están muriendo, el estado ha estado invirtiendo más en armamento que en educación y no promueven trabajo digno, sino explotación. Trabajos forzados por mínimos salarios, acceder a la salud, demasiado complejo y la educación, todo un privilegio. 

Por eso y por más cosas que veo: no creo en los gobiernos, solamente en un gobernante creo.

Aquí, cambian las leyes o se acomodan a conformidad del que pueda pagar o tenga amigos influyentes, anualmente con desconcierto el trabajador obtiene un pequeño aumento en su remuneración y con tesón, debe afrontar dos o más alzas del combustible, lo cual es traducible en algunas más para los productos de la canasta familiar, y como si fuese poco el régimen que nos han impuesto, no dejan de inventarse nuevos impuestos.

Vaya contrariedad,
Cuan injusta es la realidad

Con el paso de los calendarios aumenta la presión, estado de conmoción y desilusión ¿La pensión? es una ilusión con rasgos de utopía, porfía que el estado se encarga de que te rompas la espalda durante tus mejores días, para que llegado el momento no haya salud para cobrarla y si acaso te alcanza, no sea por mucho tiempo, no te alcance la vida para disfrutarla.

La vida a la gran mayoría les toca sobrevivirla y con lo mínimo necesario, en tanto otros disfrutando de privilegios, ocupan altos cargos en el gobierno, su máximo esfuerzo lo hacen en el baño y en un par de años, reciben pensión vitalicia, ¿acaso a eso le llaman justicia?

- ¡Mejor cierre la boca, recuerde que al pueblo nunca le toca!

Se equivocan, comienza la batalla en la cual los que laboran derrotan a los que explotan.

Haciendo memoria, impunemente y con excepciones remotas los que han luchado por un cambio, han recibido a cambio el eterno descanso, no por eso hemos de renunciar, por eso y más, es que tenemos que reaccionar.

Si la mayoría viene a este mundo a morirse de gratis, bueno es morir por un ideal.
Resulta fatal, pero es la realidad.

Creen que somos ignorantes y fáciles de embolatar, cuán equivocados están, somos el pueblo que aguanta en silencio y aguarda en calma, pero se quiebra el cántaro de tanto ir al agua; el pueblo se cansa y con justa causa se alza: somos el pueblo que reclama, aquí se piensa, aquí se lucha, aquí se ama.

Bueno es ir a la lucha con determinación,
abrazar la vida y vivir con pasión,
protestar con clase y vencer con osadía
y si se da el llanto, que no sea por la causa perdida.

Bueno es ir a la lucha con determinación,
abrazar la vida y vivir con pasión,
protestar con clase y vencer con osadía
y el llanto, que sea de entera alegría,
que sea, por la victoria obtenida.





Una elegiaca reminiscencia


Gracias a una heterodoxica conversación que sostuve esta semana con Ernesto Sabato, bueno, si se puede llamar así, ya que en realidad me limité a escucharlo y asentir, en fin, gracias a esa conversación puedo decir que:

Hoy me siento con libertad.

Con la libertad, por ejemplo, de saltarme algunas convenciones y de quebrantar un orden cronológico, o dos, considerando el orden de mis recuerdos.

Con la libertad, aunque no con la virtud, pero con la libertad de un Kafka, un Collodi o un Whitman. Del primero cuando decidió contarnos la transformación de Gregorio en insecto; del segundo cuando nos contó del maravilloso muñeco al que le crecía la nariz y de Whitman cuando, cantándonos, talló la palabra libre en los eslabones de la poesía.

Con la libertad entonces, de contarles a cerca de un hombre que se encuentra un papel y comienza a leerlo cuando de pronto..., o mejor, de un niño que viaja a otro país y felizmente sorprendido decide consignar su experiencia en un papel, aunque pensándolo bien, ¿por qué no contarles del papel?

De cualquier modo, hoy que me siento con libertad, voy a contarles…

Hubo vez, un niño de papel algo descolorido y un tanto arrugado, la calle le cambió el color y transformó su esencia. Pero entonces sería un viejo de papel. Bueno, un viejo de papel que llevaba en sí, escrito con el puño y letra de un niño que firmaba como Paco, el recuerdo de unas vacaciones en las que lo llevaron a conocer otro país. Pero, si las palabras eran de un niño, entonces el papel pese a su estado, tendría siempre el alma de niño, ¿no? Algo conservaba, y el color y la esencia tampoco las perdió jamás del todo. Pues bien, este papel podía relatarse a sí mismo al derecho y al revés, comenzarse por la mitad, por el comienzo del final o por el final del comienzo, en fin, por donde a bien quisiera, ya que recordaba el lugar exacto de cada letra, y cada partícula de pigmento que unida a miles más conformaba cada trazo.
Eso indica que era muy inteligente, ¿no? Lo era, y, sin embargo, aquella capacidad de saberse se debía más bien a que sufría de una, a veces hasta un tanto cómica, aprehensión irregular, en uno de cuyos lapsus comenzó a notar como se desvanecía. Desde entonces no dejó de releerse:






Se releía tanto y de tantas maneras que, no bien le había ocurrido el más imperceptible cambio, ya lo había notado, no obstante, pasados algunos años, en otro de sus momentos de aprehensión sintió que ya no sabía si estaba comenzando o terminando de contarse, entonces, y aunque ello significara pasar por alto algún nuevo cambio, decidió que en adelante solamente iba a repasarse los puntos sobre las íes. Ante la incertidumbre de que eso ocurriera —pasar por alto algún nuevo cambio—, le quedaba la certeza de que ya no provendría de los garabatos escritos por Paco, sino del quebranto inevitable por los reveses del viento en cada vuelta, la violenta exposición a la luz después de meses de sombra, en suma y de cara al riesgo de sus lances, el paso del tiempo. Pero, y al final, ¿qué pasó? Pensando en no volver a sufrir de aprehensión, a ese viejo niño de papel se le ocurrió que lo mejor era reescribirse, así que, señaló una fecha en la que se releería por última vez antes de hacerlo y... ¿Se reescribió? No alcanzó. Llegó el día planeado, y el destino que lo apoyo en lo primero, decidió negarle la oportunidad de lo segundo.

Pues bien, hoy que me sentí con libertad, me senté con ella a contarles por escrito esto que he osado en llamar: una elegiaca reminiscencia. Ahora, con la libertad que me sentí y me senté, me pongo de pie mientras tecleo este maleable punto final.  
  





Cuando comencé este, que inicialmente era un ejercicio de escritura, llegó a la ciudad, al barrio, a casa, una de esas noticias que causan tristeza y, fue precisamente esa noticia la que dirigió las líneas que siguieron hasta ese maleable punto final. A mis demás amigos, a ustedes que seguramente reconocerán la historia detrás de la historia, quiero decirles que, si lo recuerdan, con la mayoría, sino todos con los que jugábamos de niños, nos volvíamos amigos, y que, aunque con el tiempo los caminos que cada uno elige, distancian, cuando nos enteramos que alguno emprendió el viaje definitivo, no podemos menos que pensar en que... se fue un amigo.