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Un pequeño detalle


Luego de  años y años, andando, aventurando, errando y sin conseguir llegar a la montaña; decidí sentarme a esperar que la montaña viniese a mí.

Y así, continué años y años esperando, hasta que al fin; con casi cuatro décadas a cuestas, cansado de andar y de esperar; me di cuenta que no había considerado un pequeño detalle…


¡Yo no era Mahoma!

¿Qué hace un hombre sentado en el borde de un andén, sosteniendo el corazón entre sus manos?

Lo está aguardando en tanto ve la mujer que siente amar para decirle…

Creo que esto se te cayó al pasar                 te lo devuelvo.

Esa fue la pregunta que me hice y aquella la respuesta que me di enseguida. 
Al día siguiente                                 continuaba allí 
                                                                                                 esperando. 

Hoy                    extraño el andén y sigo amando a la mujer

                                                                  que no pasó jamás.


¿Qué hace un vate malo cuando esta aburrido?

Disparar palabras al aire a ver si cuando caigan hieren a alguien.

Todos aquellos valientes guerreros presumían de sus hazañas y de sus victorias, pero de repente; por alguna razón los sobrecogió la nostalgia y comenzaron a descubrir sus derrotas y los posibles errores que las ocasionaron. Fue entonces cuando comprendí que la mía, mi derrota, había sido ocasión de haber estado en la batalla incorrecta...
Nunca debí luchar por no enamorarme,
                                                                desde un comienzo debí haber luchado por desenamorarme. 

Te di ayer
la última gota de miel
y no porque
se hubiese vaciado la botella
es que
no pienso seguir soportando
que sigas ignorando
mis dulces
confesiones de amor.

Él Arrastra la Miseria que Llevamos Dentro


Estimados compañeros, pido excusas por haber llegado tarde. 
Venía a tiempo pero escuché un lamento, más era un llanto, y aunque quise seguir mi camino, era tan conmovedor que... ese hálito de la compasión que habita en mí, me agarró por la espalda y tuve que regresarme a ver qué pasaba.

Me acerqué lentamente y él; reflejo de lo que muchos llevamos dentro; sin contemplar detenerse iba diciendo:

- Para qué llantas ¿Acaso creen que las necesito para correr?
para qué zapatos ¿Dónde ven mis pies?

este colchón, este mueble inservible…
Yo duermo mientras corro y si considero guardar algo, simplemente lo conduzco al fondo de mí mismo.

El ruido de una multitud de carros que pasaron, lo silenció casi un minuto; hasta que una luz roja, dio nueva luz verde a sus palabras.


-¡Trasgresores!

Pasan nauseabundos y si me miran es con tal desagrado, que pareciera ignoran ser los culpables, de que no quede ni un rescoldo de mi candor.
¡Yo me he podrido arrastrando su miseria! 

El llanto como la risa, también es contagioso, de eso me di cuenta esta mañana.

...mientras le seguía escuchando, sentí asomar unas cuantas de aquellas gotas saladas, la primera de las cuales descendió por mi mejilla; luego de un sutil serpenteo al recorrer la comisura del labio; se apuró a llegar al mentón y se lanzó sin más.

Yo, estiré la mano queriendo detenerla...

No lo logré.

Entonces di la vuelta para huir antes que el arroyo hinchara contra mí su reclamo, pero él; sin cesar su recorrido ni su lamento, me dijo:


-¡Gracias!

Es el único regalo que recibo
y ocurre una vez
cada eternidad.